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De la economía del arte escénico


La mayoría de los proyectos artísticos escénicos en los que he participado tienen un modelo de producción mixta, es decir, una parte es subsidiada por alguna beca o fondo público, y la otra se gestiona de forma independiente con los recursos que el mismo proyecto pueda generar. Como en muchos países, en México la asignación de recursos públicos para la cultura es muy escasa ya que no suele encontrarse en los niveles prioritarios de inversión para el desarrollo.


En cuanto a la economía de las artes, es común escuchar que el arte se hace sin esperar ganancias, que los artistas no deben trabajar pensando en un negocio, o ideas similares. Personalmente, no estoy de acuerdo con estas posturas. El artista no debe pensar que crea sólo para hacer un negocio, como ningún otro profesional de algo tampoco debería de hacerlo. El negocio es parte de la forma de intercambio que hemos establecido en sociedad. Oferta-demanda; valor de uso- valor de cambio, son conceptos que conviven en nuestras relaciones sociales día con día.


Quiero pensar que las personas que prestan un servicio o producen algún bien, lo hacen porque lo consideran importante para la vida de otros. Tienen el conocimiento para desarrollar procesos, tienen los medios y lo hacen, y a cambio, los demás otorgamos un valor a esta labor, mismo que se expresa monetariamente. Si ese valor es realmente equiparable por el trabajo hecho, es una cuestión de análisis de cada caso, y no es el punto de discusión aquí.


Así, cada persona asigna una forma de estimación de su trabajo que no debería de ser cuestionable para unos y para otros no.


Ahora, si pensamos en los costos de producción de un proyecto escénico, la mayoría resultan muy elevados, porque implican procesos de trabajo largos, requieren de un equipo numeroso de personas especializadas, porque los espacios de distribución son limitados, porque todavía impera la cultura de no pagar por asistir a un evento artístico, por la movilidad, etc. Por un sinfín de razones.


Por estas razones resulta poco probable que un proyecto artístico sea viable al 100% en un corto plazo. Por lo general necesitará de varios meses o incluso años para comenzar a generar ganancias. Así, las sociedades a través de sus gobiernos y otras instituciones deciden que estos proyectos deben subsidiarse de forma colectiva, asumiendo que el valor social y cultural que aportan es mayor a lo que puedan generar como productos de venta. Por lo tanto, es inútil tratar de equiparar las formas de evaluación económica del arte con otras de otra naturaleza, ya que los indicadores son completamente diferentes.


Hoy, con el surgimiento de conceptos como economía naranja, industria creativa y empresa cultural, aparece un fuerte riesgo al incluir lenguaje empresarial dentro del lenguaje artístico, ya que para quienes no se detengan a reflexionar profundamente en las distinciones entre ambos campos, puede ser fácil juzgarlos con el mismo criterio.


Corresponde a gestores y productores culturales formar en estas materias en primera instancia a sus propios grupos, para después ampliar el conocimiento hacia todo el público, y así mantener cuidadosamente separados los planteamientos en relación a la economía de las artes escénicas de otras formas de economía existentes.



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